Con medio siglo de historia, el comercio en cercanías del Anfiteatro es un verdadero emblema. Nacido del esfuerzo familiar y el amor por la ciudad, es reflejo de una vida de trabajo, identidad y comunidad
Por Vicente Suárez Wollert
Por estos días, uno de los comercios más emblemáticos de Santa Elena celebra nada menos que 50 años de vida. La regalería de Nicolás Sarfati, aquella que desde sus comienzos ofrecía postales y recuerdos de la ciudad, cumple medio siglo acompañando el pulso cotidiano de generaciones enteras.
Como en aquellas historias de pioneros, el comienzo fue tan humilde como audaz. Nicolás y su esposa Sonia Benítez compraron un terreno en una zona que parecía imposible: un zanjón profundo atravesaba el lugar en las cercanías al actual Anfiteatro Municipal y la tierra inestable asustaba a cualquiera. La mismísima obra del predio contiguo implicó una gran inversión de cálculos e ingeniería. Pero ellos no se detuvieron. Primero construyeron su casa y luego, en ese mismo espacio, abrieron un pequeño local. Así, sin saberlo, daban inicio a un sueño que cinco décadas después continúa despierto.
Sarfati proviene de una familia santafesina. Sus padres nacieron en Villa Constitución y, por razones laborales se trasladaron a Garruchos, Corrientes. Más tarde, la Prefectura Naval Argentina destinó a su padre a Santa Elena donde funcionaba un destacamento desde 1916 y allí se establecieron definitivamente. Mientras él cumplía funciones en la fuerza, su esposa decidió abrir una verdulería. Nicolás, aún niño, ya atendía al público con naturalidad. “Mis viejos eran re laburadores, siempre trabajaban a la par. A nosotros nunca nos faltó nada, pero nos enseñaron a ganarnos la vida y a valorar el esfuerzo propio”, recuerda en diálogo con El Telégrafo de Entre Ríos.
El 24 de mayo de 1975, cuando Nicolás apenas superaba los 20 años, inauguraba la primera regalería de Santa Elena. Fue el primer comercio local donde los turistas y vecinos podían encontrar postales y recuerdos de calidad, muchos de ellos ilustrados con fotografías que él mismo tomaba. Con el tiempo, esas imágenes se volvieron piezas históricas, testimonios de una Santa Elena que crecía y cambiaba, siempre retratada con sensibilidad y amor por su gente.
Aquel primer local de dimensiones mínimas no tardó en ampliarse. Con el correr de los años, fue sumando productos hasta convertirse en el multirrubro que conocemos hoy. Relojes, linternas, artículos del hogar, pilas de todos los tamaños —en una variedad pocas veces vista en el norte entrerriano— son solo algunas de las cosas que se pueden encontrar en sus estanterías. Pero más allá de los objetos, lo que nunca cambió fue la atención personalizada, la cordialidad de siempre y ese trato cercano que caracteriza a Nicolás y a su familia.

“Esto es mi vida. Me levanto a la mañana, entre mate y música, y comienzo a izar la persiana mirando a la gente pasar. Se me van los años en este lugar maravilloso que adopté desde muy joven, junto a mi gran compañera de vida, esposa y madre de nuestras hijas”, expresa Sarfati con una mezcla de orgullo y gratitud.
Aunque formalmente se jubiló, nunca dejó de trabajar. La rutina del local, el contacto con los vecinos y la pasión por mantener vivo su comercio son parte esencial de su vida. Su historia es, también, la historia de muchas personas que construyen a fuerza de trabajo, constancia y cariño por lo que hacen. Llegó a inmortalizar muchos de sus retratos el libro Santa Elena – Entre Ríos a través de mi cámara publicado hace algunos años. Durante el 2024 realizó la muestra “60 años de retratar historias” despertando gran interés en locales y turistas durante varias semanas.

A 50 años de aquella primera apertura, el negocio de Sarfati no solo es un punto de referencia en la ciudad: es parte del entramado afectivo de Santa Elena. Por sus mostradores pasaron clientes de todas las edades, turistas en busca de un recuerdo, vecinos que lo conocen de toda la vida, y jóvenes que aún se asombran con las fotos antiguas del río, la playa, las barrancas y las calles de tierra.
Nicolás es un ejemplo de perseverancia. Su recorrido demuestra que no hay atajos cuando se trata de construir un sueño duradero. Cada paso fue dado con cuidado, sin apresurarse, escalando peldaños con esfuerzo y dedicación. Siempre dispuesto a innovar, pero sin perder la esencia: la honestidad, la buena atención, el compromiso con su comunidad. En tiempos donde lo efímero parece imponerse, su historia se alza como testimonio de otra lógica: la del trabajo constante, la del comercio como lugar de encuentro, la del emprendedor que permanece firme aún frente a las dificultades. En sus palabras, queda clara su filosofía: “El secreto es no jubilarse nunca del todo. Mientras uno tenga ganas de hacer, hay que seguir”.
A 50 años de abrir por primera vez esa persiana, la regalería de Sarfati sigue allí, en el mismo lugar donde parecía imposible construir. Y desde ese lugar, con discreción, ingenio, creatividad y simpleza, sigue iluminando con su historia el corazón de Santa Elena.

